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Cómo cambié mi vida a mejor, en menos de 365 días

Este 2015 ha sido muy productivo para mi. He viajado mucho, he descubierto a gente maravillosa y he encontrado un trabajo de lo mio (¡en España!), pero una de las cosas más importantes es que por fin he conseguido cambiar aspectos de mi día a día para convertirlos en hábitos saludables. Siempre he tenido la alimentación del “comer lo que me apetece cuando me apetece” algo que no es malo siempre y cuando lo que te guste y apetezca alimente tu cuerpo realmente… o al menos lo hagas de una manera mínimamente equilibrada.

Con esto queda claro que ser vegano no significa llevar una vida saludable. Los primeros años como vegana tenía un estilo de vida sedentario, abusaba del gluten (que en grandes cantidades me sienta fatal): pastas, pan, bollería vegana, azúcar, sal, alimentos procesados cargados de aditivos, potenciadores de sabor y otras tantas malas costumbres que he ido adoptando desde pequeña.

Siempre había querido ser de esas personas que disfrutaban más de una pieza de fruta que de un alimento hiper-procesado cargado de glutamato y saborizantes artificiales bañado en azúcar. Pero no podía, me encantaban los alimentos procesados. Casi literalmente babeaba.
Eso no significa que me haya obligado a no comer dulces o alimentos que sé que no son los idóneos para una alimentación saludable.  A veces mi gula también vence a la lógica, y otras veces consumo dulces que sí son saludables. Creo que lo importante es que no reprimas lo que eres, pero sí disfrutes de una amplia gama de alimentos. Y no, en absoluto, no estamos hablando de pasar hambre para adelgazar o de ser unas personas reprimidas y obsesionadas por una vida perfectamente equilibrada y saludable, hablo de aprender a disfrutar del sentirse bien, del sentirse activo y del conocer el sabor natural de un alimento, sin tener que bañarlo en edulcorantes, aceite o sal. Esto que os cuento no tiene como objetivo adelgazaros, tiene como objetivo el enseñaros que si yo pude cambiar mi alimentación a mejor, si tú lo deseas, también puedes.

Evidentemente esto no lleva un día. A mi me ha llevado casi un año entero poder afirmar que en la mayoría de casos prefiero empezar el día con buen batido de fruta y un puñado de frutos secos crudos a unas galletas de chocolate, una maxi ensalada de espinacas y legumbres cocidas a un salteado de verduras sofritas acompañado de pan.

¿Por qué?

Es muy importante tener claro el por qué. Por qué queremos cambiar nuestra alimentación. En mi caso el objetivo es muy claro: quiero sentirme mejor, más activa. Noté que tenía constantemente digestiones más lentas y pesadas de lo normal, que después de desayunar me sentía otra vez con poca energía, con el estómago pesado y ganas de volverme a la cama a dormir 8 horas más. Por supuesto, esto no significa que os vaya a pasar a todos. Cada personas es diferente y lo siente distinto.

¿Cómo?

Poco a poco. La clave es no tener prisa. A mi me ha costado un año implantar estos hábitos en mi, puede que a ti te cueste 22 días o puede que 3 meses. Es normal que no puedas cambiar en un día lo que has construído durante años.

Otra parte importante del cómo es no proponerte 50 retos a la vez. Lo primero que yo hice fue hacerme una lista de las cosas que quería eliminar del día a día de mi dieta. Si lo prefieres, empieza por las más fáciles y adóptalas poco a poco. Yo no me quise poner días límite, porque realmente no sabemos cuanto tiempo necesitamos para adaptarnos.

Lo más importante de todo es que recuerdes que tu cuerpo es diferente al mio. No fuerces la máquina, tienes que adaptar tu alimentación a tus propias necesidades. ¡No lo olvides!

Y sobre todo…¡No te presiones! No hay prisa.

  1. Reducir la cantidad de sal
  2. Añadir una cucharada menos de azúcar al té
  3. No añadir azúcar al té
  4. No añadir azúcar a mis alimentos

Esto es a lo que yo renuncié en mi día a día, y ahora me siento genial.

Lo primerísimo que hice fue empezar a leer las etiquetas, no sólo con el fin de ver si contenía productos de origen animal, sino de conocer lo que estaba comiendo. ¿Sabías que los ingredientes de un alimento se ordenan por cantidad? De mayor a menor. Es importante que no te obsesiones con ello, sólo tómalo en cuenta para saber qué consumes y con qué alimentas tu cuerpo. Esto me hizo dejar de consumir bollería vegana procesada: galletas, panes, croissants,… En general, todo lo cargado de azúcar, sal, harina refinada y aceite.

Poco a poco fue implantando esta ley en todo lo que consumía, y eso me hizo sustituir o dejar de consumir a diario muchos alimentos que jamás pensé que podían contener azúcar añadido, como zumos supuestamente “naturales” que realmente no contienen fruta y están hechos a partir de azúcar, concentrados y polvos saborizantes. Con esta decepción en el cuerpo, decidí empezar a hacerme yo mis propios zumos en la licuadora. Esto dio pie a que empezara a consumir fruta real a diario. Principalmente empecé a hacerlo por las mañanas y fue entonces cuando vi que me sentaba genial, que me sentía muchísimo más activa y que tenía ganas de empezar el día.

Esto me hizo pensar en que podía aplicar esto a todas las comidas del día para sentirme así de bien a todas horas. Empecé a hacerlo a la hora de la cena, preparándome una buena ensalada, alguna verdura cocida… En general algo que sabía que iba a alimentarme y digerir con facilidad. Es importante que descubras los alimentos que más te motivan y que más te gustan, no significa que tengas que cenar a disgusto. ¡Sólo tienes que ir probando y acostumbrándote! Invéntate nuevas recetas tú mismo/a, con tu pareja, mejor amigo/a o algún familiar y disfrutadlas en familia. ¡Las cosas entre dos son mucho más fáciles!

Otro concepto que me fue muy bien aplicar fue el hecho de comer mis comidas favoritas al mediodía. Es lógico que no digerimos igual por la noche, justo antes de irnos a la cama, que al mediodía, que salimos a pasear, vamos a hacer la compra, vamos al trabajo o a la escuela… Por eso, suelo destinar algunos días de la semana a mis platos más pesados: un plato de pasta, un buen trozo de lasaña u otras recetas saludables pero más cocinadas y posiblememte pesadas.

Así fue como poco a poco fui cumpliendo todos los hábitos saludables que me propuse:

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  1. Dejar los productos con glutamato y muchos aditivos
    El glutamato es lo que comúnmente se conoce como potenciador de sabor. Los potenciadores de sabor están muy presentes en alimentos procesados como las patatas fritas, los frutos secos, los dulces y sobre todo en la comida de origen asiático. Su función principal es, como su nombre indica, potenciar el sabor mediante la dilatación de nuestras papilas gustativas. Según fui leyendo información científicamente demostrada sobre el glutamato, decidí que era algo totalmente prescindible en mi dieta.
  2. No añadir azúcar a mis comidas
    Los alimentos son riquísimos por sus propias cualidades. A veces añadimos azúcar a los alimentos por inercia, sin pensar que realmente pueden estar deliciosos sin él. Al principio puede costarte y pensarás “esto no sabe a nada” porque tu paladar está demasiado acostumbrado. Sigue haciéndolo durante unos días y verás como aprenderás a disfrutar del sabor real de tu té o café.
  3. Dejar los productos con mucho azúcar o sustituirlos por otros
    Los alimentos procesados que compramos en el supermercado contienen grandísimas cantidades de azúcar añadido. A veces es muy fácil cambiar nuestros ‘cereales de por la mañana’ por otros cereales que contengan menos aditivos o menos azúcar. ¡No necesitamos tanto azúcar! Nuestra fruta y verdura ya está plagada de azúcares naturales muy necesarios para nuestro cuerpo.  Ten en cuenta que cuando ponen “sin azúcar añadido” muchas veces vienen con otros edulcorantes mucho menos sanos como el Acesulfame K o el Aspartame. ¡Te animo a que leas sobre ello! Pero eso sí, siempre documentandote en páginas fiables y con la información basado en hechos demostrados científicamente.
  4. Adiós a las bebidas gaseosas con azúcar
    Una de las cosas que menos me costó fue dejar las bebidas gaseosas. Llegó un punto en mi vida, hace muchos años atrás, que bebía contínuamente bebidas como coca-cola, fantas, bebidas energéticas cargadas de azúcar y todas esas cosas que no sirven más que para hincharnos y limpiar monedas sucias. Simplemente lo sustituí por agua, especialmente a la hora de la comida. Luego, una de las cosas que más me funcionó, fue llevar siempre una botellita de agua en el bolso/mochila. El caso es tenerla siempre delante: en la mesa de la oficina, en el cole, dónde sea. Es increíble como cada vez que lo ves, sin casi darte cuenta, te entra sed y bebes agua. Mantenerte hidratado es también muy importante.
  5. Mucha mucha menos sal
    Aquí pasa lo mismo que con el azúcar. No necesitamos salar tanto nuestras comidas, porque los alimentos tienen un sabor delicioso de por si. Yo ya prácitcamente no hecho sal a mis comidas, y cuando le echo un poco utilizo Herbamare, un producto que mezcla sal marina con vegetales en polvo y da un sabor delicioso a las comidas con muy poquita cantidad.
  6. No abusar del pan, pasta y gluten en general
    Desayunar una tostada y cereales, comer pasta y cenar una sopa de fideos. Eso era fácilmente un día en mi antigua dieta. La pasta está deliciosa y todos lo sabemos, es muy buena y tiene muchas aplicaciones y propiedades, pero igual que con cualquier otro alimento: no hay que pasarse. Piensa en qué has desayunado y haz una combinación lógica de los alimentos. Si has desayunado fruta, cómete un plato de pasta al mediodía o un buen plato de arroz y reserva para la noche algo más ligero. Es fácil, ¿verdad? Sólo se trata de combinar las comidas y no abusar de nada en concreto.
  7. Desayunar fuerte, comer lo necesario y cenar ligero
    Como ya he comentado antes, es lógico que no se digiere igual cuando te despiertas con las pilas cargadas que a media hora de tumbarte en la cama. Por eso, yo desayuno bien para tener buena energía desde la mañana, como ligeramente más fuerte para estar toda la tarde a tope y ceno ligero y temprano para que la digestión no me haga dormir mal. A mi me va muy bien este orden, aunque cada uno es un mundo. Si no sabes como abordarlo, siempre puedes hablar con un nutricionista. ¡Ellos son los que saben y te pueden ayudar!
  8. Comer mucha más fruta, principalmente por las mañanas
    Simplemente eso; más fruta.
  9. Los frutos secos: mejor si son crudos
    Los frutos secos son deliciosos de por sí. Evita comprar los que vienen empaquetados y cargados de sal o azúcar y fritos en aceite de girasol. No es necesario, son mucho más ricos y saludables los que tú mismo pelas. ¡Y más si se los echas en la ensalada!
  10. Muévete: camina más y sal a correr cuando te apetezca
    El moverse es fundamental. Nos hace sentirnos mejor, cansados y por consiguiente, dormir genial.
  11. Camina durante horas con los perros
    Házte feliz y hazlos feliz. ¿Qué hay mejor que eso?
  12. Próximo reto: comer más alimentos crudos o al vapor
    El próximo hábito saludable que quiero adoptar es comer más alimentos crudos o hechos al vapor, sin pasarlos por la sartén y así mantendrán muchas más propiedades. ¡A por ello que voy!

Si quieres tener un montón de ideas para ayudarte con tus hábitos saludables para el 2016, vente conmigo a Instagram, que ahí subo todos mis desayunos ricos ricos y sanos sanos.

¿Te has animado a probarlo este año nuevo? ¿ Por qué cosas vas a empezar? ¡Cuéntamelo!

Barcelonesa viviendo, por ahora, en Valencia. Autora del libro 'Vive Vegano'. Aprendiendo a cocinar y trabajando cada día para difundir el veganismo. Muy enamorada de mis perros, por eso viajar es la segunda cosa que más me gusta de esta vida.

hola@recetasveganas.net

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