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Guías de Viaje

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Viaje, pirineos, perros, vegano, montaña, naturaleza, escapada de fin de semana

Era viernes 10 de Noviembre y nos despertamos sobre las 7 de la mañana para poder ultimar los detalles antes de iniciar el viaje: comida, cámaras, ropa… Hacía dos semanas habíamos estado planeando una pequeña escapada para celebrar mi 23 cumpleaños. Recordé como disfrutó Punky cuando estuvimos caminando por la Nieve en Sierra Nevada (Granada) y pensé que podría ser una gran experiencia para todos hacer un viaje similar, así que finamente decidimos ir a algún pueblo de la Vall D’Arán, en Los Pirineos. 

Al viajar con perros, todo tiene que estar un poco más planeado. A mi me recuerda un poco a viajar con niños pequeños.  Para ellos, cargamos con los arneses de seguridad del coche (importante, importantísimo), los arneses de montaña (importante también), algún bebedero para el trayecto y una toalla para secarlos de la nieve que ya sabíamos que íbamos a encontrar. A eso le sumamos las chaquetas que aquella misma semana me habían regalado para ellos, ya que las temperaturas esperadas estaban entre -3º y 5º grados.

Sobre las 9 y media de la mañana emprendimos un camino de 4 horas que nos llevaría desde Barcelona a Les, un asombroso pueblo que se encuentra en pleno Pirineo Catalán. Fue una ruta bastante tranquila, con un par de paradas para estirar las piernas. Un trayecto bastante monótono ya que consistió en autopistas y autovías durante la mayor parte del tiempo, hasta llegar a la N- 230, una carretera que nos mantuvo cruzando continuamente la frontera entre Cataluña y Aragón, paseándonos por el Aneto.

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 Es importante que los perros vayan asegurados con cinturones de seguridad para perros.

Es importante que los perros vayan asegurados con cinturones de seguridad para perros.

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Camino a Les, a la altura de Vielha, la N230 estaba nevada.

Camino a Les, a la altura de Vielha, la N230 estaba nevada.

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A la altura de Vielha, empezó a nevar suavemente sobre nevado. Aunque las temperaturas no eran excesivamente bajas, había una gran acumulación de nieve en las esquinas de la carretera debido a las nevadas tan grandes que se dieron la semana anterior a nuestra llegada. Aunque eso añadió algo de tensión a mi breve experiencia conduciendo, reconozco que fue impresionante. Continuamos por la N230 nevada, que finalmente nos dejó en Les, pasando por otros preciosos pueblos del Pirineo Catalán, como Bosost.

Sobre las 15:45h llegamos a Les. Qué puedo decir. Me dejó sin palabras. La escena parecía haber sido extraída de una postal de los Alpes Suizos. Creédme cuando os digo que ninguna foto hace justicia a la realidad. El pueblo se extendía en dirección a Francia mientras era dividido por el río Garona. En los alrededores sólo podíamos ver montañas parcialmente nevadas y cubiertas por la niebla, que también alojaban algunas casas. Les parecía un rincón único, irrepetible, tan tranquilo, de casas bajas y tejados de tiza. Nos encontrábamos a pocos kilómetros de la frontera con Francia y se notaba muchísimo por la boscosidad, la temperatura y el tipo de construcciones.

 

Llegada a Les, un pueblo de la Vall D'Arán.

Llegada a Les, un pueblo de la Vall D’Arán.

Entramos al pueblo y ahí nos estaba esperando nuestro anfitrión de AirBnb, que nos acompañó hasta la casa y nos indicó que en la pequeña plaza del pueblo, a una calle de nuestro alojamiento, se podía aparcar sin problemas. Aparcamos el coche frente a la impresionante Iglesia de piedra, que por su parte anunciaba las 16:00h. En ese momento pensé que con el silencio que reinaba en aquel lugar, las campanadas tuvieron que resonar a lo largo de todos los pueblos que colindaban con las montañas que escondían Francia.  Salí del coche y, de inmediato, noté como mi nariz se congelaba. Cogimos nuestras mochilas, y subimos al apartamento.

Un segundo, decorado totalmente con madera, que presumía de un ventanal impresionante en medio del salón. Entramos, solté todas mis maletas, quité los arneses a Punky y a Bony, y los 4 nos pegamos a aquel cristal. Hacía muchísimo tiempo -creo que desde mi viaje a Finlandia que no veía una estampa tan invernal, navideña y natural que me dejara sin respiración. El río Garona pasaba justo por debajo de aquel apartamento, y el murmullo de su cauce se podía escuchar aún con las ventanas cerradas. En frente, las montañas. A mi izquierda Les, rodeado de naturaleza cubierta por niebla casi en su totalidad. A la derecha, un conjunto de idílicas casas rojas, naranjas y amarillas que aportaban una nota de color cálido a aquel paisaje Otoñal.

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Vistas al pueblo Les (Lleida) desde el salón del apartamento.

Vistas al pueblo Les (Lleida) desde el salón.

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El río Garona se extiende a lo largo de todo el pueblo.

El río Garona se extiende a lo largo de todos los pueblo del al rededor.

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La calefacción estaba encendida, las vistas eran surrealistas y la comida estaba haciéndose. Me tumbé en el sofá junto a mis dos pequeños: teníamos más que merecidos unos minutos de descanso después de las 4 horas de conducción. Aunque, siendo sincera, cansada o no me hubiese podido quedar mis dos días de estancia mirando por aquella ventana.

Nos tumbamos en el sofá a disfrutar de las vistas desde la comodidad y el calor. Había que recuperar algo de energía para poder conocer el pueblo aquella misma tarde, aunque este no era demasiado grande, estaba bastante segura de que habría mil y un rincones de los que disfrutar.

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Después de las 4 horas de coche hasta Les, decidimos hacer un descanso.

Después de las 4 horas de coche hasta Les, decidimos hacer un descanso.

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Desde el salón, se veía el río Garona y las montañas nevadas.

Desde el salón, se veía el río Garona y las montañas nevadas.

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Para alquilar el apartamento en Les:

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Un paseo por Les durante la primera noche.

Después de comer y descansar, nos levantamos para dar un paseo por el pueblo antes de que anocheciese -porque apenas eran las 6 y ya estaba atardeciendo-. Un pantalón de montaña, sudadera, chaqueta de nieve y gorro después, estábamos paseando a las orillas del Garona. Hacía frío y ya estaba todo bastante oscuro, pero el río se mantenía alumbrado por las farolas que acompañan el camino que lo rodea. Seguimos por aquel trayecto y descubrimos la otra parte de Les. Me sorprendió saber que en realidad el pueblo era mucho más grande de lo que pensaba, y disponía de bares, algún pequeño comercio y hasta su propio estanco.

Rodeamos el pueblo por sus calles estrechas y volvimos a dar al río Garona, que nos llevó a rodear el pueblo por el lado contrario. Ahí descubrí que Les disponía de una gran variedad de pequeñas rutas, perfectas para senderistas relajados, perros y niños. Más tarde volvimos a casa y picoteamos una cena ligera. Nos fuimos a cama siendo realmente temprano, pero era lo que pedía el cuerpo.

A la mañana siguiente…

Me desperté a las seis de la mañana en la habitación de matrimonio de la planta baja. Aún estaban todos durmiendo, incluidos Punky y Bony. Siempre que viajo al centro de la naturaleza, los horarios de mi cuerpo cambian drásticamente para adaptarse a la luz solar. Además, perderse el amanecer era un sacrilegio.

Aproveché que la habitación tenía una pequeña ventana en el techo desde el que se podía intuir el pueblo. Me asomé, abrí la ventana y saqué la cabeza. Hacía un frío gélido. El cauce del río ya no era un arrullo, sino más bien un rugido. Las luces de las farolas estaban aún encendidas. En medio de todo aquello parecían pequeñas luciérnagas flotando. No había nadie en la calle, solo un enorme banco de niebla aún más bajo que el de la tarde anterior que ocultaba casi por completo las montañas.

Panorámica de Les a las 6:30 de la mañana.

Panorámica de Les a las 6:30 de la mañana, desde la habitación.

Me dediqué a hacer algunas fotos y esperar a que los demás se pusieran en pie (sí, ni los perros querían levantarse de cama). Sobre las 7 y media de la mañana nos pusimos en activo y, mientras decidíamos que ruta coger esa misma mañana, preparamos un poco de pan tostado con aguacate, tomate y aceite de oliva para desayunar junto con una taza de leche de Avena.

Serían las 8 y media cuando nos preparamos para nuestra primera ruta.  Pero por qué no intentarlo. Nuestra primera ruta iba a ser hacia Uelths de Joèu y Artiga de Lin. Una ruta que encontré en Rutas Pirineos, una web que reúne rutas de los Pirineos de todo tipo de dificultades.

Yo tenía dudas de si podríamos llegar a terminarla debido a las grandes nevadas que había habido días atrás, pero en principio era un itinerarios de nivel fácil que no nos llevaría más de 1 hora. El mapa de rutas que nos dejaron en la casa indicaba que había que acceder desde el pueblo Las Bordas, a unos pocos minutos en coche desde Les.

Cogimos el coche y, tras 10 minutos de carretera, llegamos a aquel pueblo. Lo cruzamos por completo hasta llegar a una carretera estrecha y bidireccional que rodeaba algún que otro barranco sin quitamiedos -me pasé todo el trayecto pensando qué hacer si venía otro coche en dirección contraria-. Un trayecto corto, relativamente sencillo pero no apto para conductores noveles con vértigo. 

Después de unos cuantos minutos cruzando aquella carretera, con mi corazón en un puño – si, yo soy de esas conductoras noveles con vértigo – llegamos a una gran explanada bastante nevada. Aunque llevábamos cadenas en el maletero, pensé que lo mejor era parar en aquel espacio, que se encontraba aún a 3 kilómetros de párking al que originalmente queríamos llegar.

Con los abrigos puestos, bajamos del coche y nos dirigimos hacia la ruta que parecía conducir a Uelths De Joèu. Fue ahí cuando Bony tuvo su primer contacto con la nieve …¡Y no os imagináis como lo vivió! Pisándola, tirándose sobre ella y saltando como lo haría una cabra.

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La habitación de la planta baja tenía un ventanal enorme desde el que se podía ver el río.

La habitación de la planta baja tenía un ventanal enorme desde el que se podía ver el río.

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Camino a Uelths de Joèu.

Camino a Uelths de Joèu.

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El paisaje era imperdible. La carretera mojada por el deshielo de la nieve. Árboles deshojados que habían dejado un rastro de hojas naranjas y marrones en los bordes del camino.Y según subíamos, el nivel de nieve era cada vez mayor. Aún no habíamos llegado ni al párking donde inicia la ruta y yo ya me estaba alegrando de no haber metido el coche por aquellas carreteras estrechas y empapadas. De este modo no sólo me ahorraba el susto, también podríamos disfrutar mucho más del camino. Aquella carretera escondía demasiada belleza como para hacerla en coche. Las montañas estaban cubiertas por árboles, nieve y niebla. Naranja, verde oscuro, marrón y blanco. De fondo se oían algunos animales que probablemente estarían pastoreando por la zona y el cauce de un pequeño río que se encontraba bajo el barranco: el rio Joèu.

Ruta a pie desde nuestro aparcamiento improvisado hasta el párking donde empezaba la ruta original.

Ruta a pie desde nuestro aparcamiento improvisado hasta el párking donde empezaba la ruta original.

 

No es, en absoluto, una ruta difícil, pero decidimos llevar a nuestros pequeños bien cerca con el arnés por dos motivos: el aviso de un cartel que  anunciaba la presencia de animales salvajes en la zona, perros de pastoreo, caballos y por los barrancos que de repente asomaban a nuestra izquierda.

Entonces empezó a nevar. Según acortábamos distancia con el inicio de la ruta cada vez tenía más presente que quizá no pudiéramos acabar nuestro camino. Pasó de estar en los laterales a formar parte de la carretera y a cubrir por completo los caminos. Así que cuando llegamos al párking, mis sospechas se habían confirmado: no era demasiado seguro continuar el camino, menos sin conocer la zona. Las rutas no se podían distinguir. De hecho, sabía que ahí había un párking y una ermita porque lo había visto en el GPS, pero realmente no se podía ni distinguir.  Un recorrido de sangre (algún animal salvaje herido, supongo) a lo largo de la nieve que cubría el terreno asfaltado acabó por convencerme que era mejor dar la vuelta. Al fin y al cabo, el recorrido hasta ahí arriba había merecido la pena por si mismo.

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La carretera de subida a Uelhs de Joèu.

La carretera de subida a Uelhs de Joèu.

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En el trayecto, los perros no pudieron pasarlo mejor.

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Deshicimos camino, después de más o menos 1 hora de ruta tranquila. Habían sido solo 3 kilómetros, pero en un lugar así no puede haber prisa. Hay que disfrutar de cada rincón, olor, sonido, esquina, esencia.

Al llegar al coche sacamos los abrigos de los perros empapados por la nieve, y les secamos las patitas con la toalla que llevábamos en el maletero. Estaban calentitos, cansados y felices de haber hecho aquel paseo. Y nosotros dos aún más. Deshicimos camino hasta encontrarnos con una manada de caballos llevada por un chaval que no tendría más que 18 años recién cumplidos. Por suerte para mi, ver a aquellos caballos delante de mi hizo olvidar el vértigo que pasé al cruzar la carretera en sentido inverso.

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Acababan de dar las 11 de la mañana y nos dirigimos de nuevo al apartamento. Tocaba secar los abrigos de los perros para tenerlos listos para la ruta de por la tarde.  Mientras tanto, preparamos algo de pasta con boloñesa de lentejas para comer y recuperar energías.

El atardecer en el mirador.

Después de nuestro buen rato de descanso, charlas y disfrute de las vistas desde casa, los perros ya habían vuelto a mostrarse enérgicos. Salimos a dar un paseo por el pueblo, a ver qué rutas podríamos coger. Acabamos en el camino de tierra paralelo a la N-230, que acompaña al río Garona. Casualmente dimos con la ruta que sale desde el parque Deportur de Les. Parecía un recorrido bastante relajado que prometía llegar a un mirador en menos de media hora. Aquel parecía conducir también a una ruta de hasta 6 horas, que lamentablemente ya no nos daba tiempo a hacer.

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Río Garona cruzando Les.

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Camino al Mirador de Les.

Camino al Mirador de Les.

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Hicimos camino por aquella carretera mal asfaltada. La ruta tenía bastantes curvas, ya que iba rodeando una de las montañas que cubre Les, siguiendo dirección hasta Francia.  Algunos carteles indicaban que era zona de Vía ferrata y que, debido a la dificultad de la carretera, solo estaba aconsejada para coches 4×4. A mi me pareció mucho más emocionante hacerla andando, ya que no había realmente tráfico de coches más que algún vecino subiendo.

 A poco de caminar, llegamos a un cartel que indicaba “Guarder de Les”, el mirador que además de tener barbacoas y bancos de piedra, ofrecía una panorámica nunca antes vista de todo el Valle. Cuando llegamos ya estaba atardeciendo, así que había dos opciones: pasar de aquellas vistas y continuar el camino hasta ver qué más había o quedarnos a disfrutar del entorno y ver el atardecer desde el mirador. Efectivamente, elegimos la segunda.

Panorámica desde el Guarder de Les al Valle D'Arán.

Panorámica desde el Guarder de Les al Valle D’Arán.

El sol empezó a esconderse detrás de las montañas nevadas de arropaban el pueblo. Les encendió sus luces y la escena fue aún más mágica de lo que podía esperar. Los perros estaban realmente emocionados con los olores y las vistas: Bony decidió sentarse en el banco a disfrutar del entorno mientras Punky no podía controlar su euforia. Me hace mucha gracia pensar en lo diferentes que son, pese a parecerse tanto físicamente.

Vistas desde el Mirador a Les, Lleida.

Vistas desde el Mirador a Les, Lleida.

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Bony estaba tan cansada que decidió sentarse y disfrutar.

Bony estaba tan cansada que decidió sentarse y disfrutar.

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Punky no pudo contener su euforia

Punky no pudo contener su euforia

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Después de aquel espectáculo de la naturaleza, anocheció. Es curioso lo rápido que pasan las horas cuando estás en plena naturaleza y tu único objetivo es disfrutar de ti, de tus seres queridos y del entorno. Para aquel momento, ya había pasado un día y medio desde que llegamos a Les y tan sólo nos quedaba una mañana más allí. Me pasé todo el camino de vuelta pensando en que podría quedarme en aquel pueblo durante semanas y aún así no podría llegar a todos los rincones que me hubiese gustado conocer: bajar a Vielha y conocer sus calles, llegar a Francia andando, pasar por Bausen, conocer Canejan, el pueblecito que se veía en lo alto de la montaña, y Bossost, el pueblecito que pasamos de largo y que se encuentra justo antes que Les. No me había ido y ya quería volver.

Bajamos nuevamente hasta el pueblo, para cerrar nuestra ruta hasta el apartamento. Aunque los caminos hecho y deshecho a lo largo del día no habían supuesto un gran esfuerzo, se nos antojó que el mejor plan era sentarnos a cenar en el salón acompañados del continuo arrullo que el río Garona dejaba. Nada más entrar por la puerta, Punky y Bony se tiraron al sofá a dormir y no volvimos a escucharlos hasta la mañana siguiente.

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Camino que va desde Les hasta el inicio de la ruta que sale desde Deportur.

Camino que va desde Les hasta el inicio de la ruta que sale desde Deportur.

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Callejón de Les en dirección a la Iglesia.

Callejón de Les en dirección a la Iglesia.

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El último día en la Vall D’Arán.

La segunda mañana allí volví a despertarme involuntariamente a las 6 a.m. Esta vez con la particularidad de que ya era 12 de Noviembre y había llegado mi cumpleaños. Decidí volver a concederme el lujo de observar el amanecer desde la ventana. Poco más tarde comenzamos a prepararnos para aprovechar las últimas horas en la Vall D’Arán, no sin antes un desayuno con pan tostado y fruta. Más tarde dimos un pequeño paseo para los perros y volvimos al piso para dejarlo todo listo. Tras recoger y hacer la entrega de llaves, llevamos las mochilas al coche para la vuelta. Aún eran las 12 de la mañana y, calculando las 4 horas de vuelta más el ratito de descanso, podíamos tener 2 horas de paseo y aún así evitar que nos cogiese la noche durante la vuelta.

Improvisamos camino para ver hasta dónde podíamos llegar con esas dos horas que teníamos. Yo había visto que había una ruta de tierra paralela a la N230 en dirección Francia, así que podía ser interesante. La ruta salía desde muy cerca del apartamento y pasaba a lo largo de varias granjas y, para mi sorpresa, hasta un pequeño centro comercial donde, con suerte, venderían algunas frutas y verduras.

El día estaba totalmente despejado y las temperaturas habían subido mucho con respecto al día anterior. Sobraban los gorros y las bufandas. La nieve estaba derritiéndose y se podían ver a los animales pastar por las zonas verdes del pueblo.

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El domingo por la mañana amaneció soleado.

El domingo por la mañana amaneció soleado.

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Callejón de Les, Lleida.

Callejón de Les, Lleida.

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Cerca del centro comercial, nos metimos por un precioso sendero de tierra por el que se podía ver a algún vecino pasear con sus perros y hacer un poco de deporte. El camino también estaba paralelo a la N230 y pasaba todas las granjas de caballos y burros. Me invadieron varias emociones. La primera fue tristeza. Me entristeció enormemente pensar en la variedad de motivos por los que esos animales podrían estar ahí. La segunda fue mucha ternura. La tercera fue de sorpresa, al darme cuenta de que tanto Punky como Bony sintieron curiosidad al verlos, pero no se mostraron dominantes ni asustados.

En ese momento, me acerqué a una manada de caballos que encontré pastando al final del sendero. No quería intimidarlos, así que me acerqué suavemente hasta que uno de ellos se mostró interesado en mi. Unos mimos más tarde, seguimos el camino. Un camino que, en realidad, desembocaba en la Nacional y la carretera que subía hasta Bausen. Cuando llegamos al cruce de caminos vimos varios senderistas subiendo la carretera a Bausen a pie, así que supongo que no será una carretera demasiado transitada. Esta vez me quedé con las ganas.

Fue tan sólo un trayecto de una media hora, pero mereció muchísimo la pena. Estoy segura de que si viviese ahí se convertiría en mi zona de paseo diario.

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Punky, al final del camino que sale desde Les.

Punky, al final del camino que sale desde Les.

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Caballos pastando en Les.

Caballos pastando en Les.

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Deshicimos lo andado y volvimos al coche. Fueron 4 horas de vuelta bastante cansadas y con la firme idea de volver más pronto que tarde. Estoy segura de que el Valle de Arán es una de las zonas más bonitas de Cataluña e incluso de España. Es un lugar perfecto para viajar con perros o incluso con niños, porque como habéis visto hay senderos con todo tipo de dificultades. Es un lugar increíble. Durante ese fin de semana sentí estar a miles de kilómetros de mi casa. Sentí volver a Escocia o a Finlandia.

Barcelonesa viviendo, por ahora, en Valencia. Autora del libro 'Vive Vegano'. Aprendiendo a cocinar y trabajando cada día para difundir el veganismo. Muy enamorada de mis perros, por eso viajar es la segunda cosa que más me gusta de esta vida.

hola@recetasveganas.net

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